¿Qué es la parálisis facial? La parálisis del nervio facial es aquella situación en la cual el nervio facial, que controla los movimientos musculares de la cara, deja de funcionar total o parcialmente.
¿Cuáles son sus causas? La parálisis facial en niños puede ser congénita (de nacimiento) o adquirida. Las causas conocidas más frecuentes son las que ocurren en el transcurso de una otitis media aguda y las traumáticas, sobre todo en recién nacidos como consecuencia de traumatismos del parto. No obstante, es frecuente que, a pesar de realizar pruebas diagnósticas encaminadas a determinar su origen, aproximadamente en la mitad (y en algunos estudios hasta en el 75% de los casos) de los niños, no se encuentre una causa probable o probada de la parálisis. En este caso se denomina parálisis facial idiopática o parálisis de Bell, llamada así en honor del cirujano escocés Sir Charles Bell, que la describió por primera vez en 1921. Se estima que cada año aparece en 6 de cada 100.000 niños de entre uno y quince años y se piensa que puede estar inducida por una reactivación del virus del herpes simple tipo 1.
Entre las causas adquiridas destacan:
Las más frecuentes en el recién nacido son las traumáticas, como consecuencia de traumatismos del parto. En este caso, son factores de riesgo los hijos de madre primípara (primer parto), el peso elevado al nacimiento, la prematuridad y los partos instrumentados (fórceps, espátulas…).
Infecciosas-inflamatorias. Las más frecuentes en la infancia con las infecciones del oído medio, sobre todo la otitis media aguda y, menos frecuentemente, la mastoiditis, la meningitis y las otitis externas malignas. Son causas menos frecuentes la reactivación del virus de la varicela-zóster (síndrome de Ramsay-Hunt) y la infección por virus de Epstein-Barr, citomegalovirus, adenovirus, rubéola, parotiditis (paperas), Coxsackie, Haemophilus influenza, Mycoplasma pneumoniae, tuberculosis, enfermedad de Lyme o VIH.
Las fracturas del hueso temporal.
Vasculitis (inflamación de los vasos sanguíneos del organismo, entre ellos los que nutren los nervios): púrpura de Schönlein-Henoch, enfermedad de Kawasaki.
Neoplásicas (tumorales): neurinomas del nervio facial, hemangiomas, rabdomiosarcomas, leucemia, tumores de la glándula parótida…
Las causas congénitas pueden clasificarse en:
Genéticas: enfermedades musculares hereditarias (distrofia miotónica y miastenia) y síndromes como el de Melkersson-Rosenthal, Moebius (disgenesias de tronco) y el de Goldenhar.
Otras malformativas, como la siringobulbia y el síndrome de Arnold-Chiari.
Iatrogénicas, como consecuencia de cirugías de la glándula parótida, el oído medio o la mastoides.
¿Cómo se manifiesta? La parálisis facial se presenta con síntomas motores (como consecuencia de la alteración del tono y fuerza de los músculos de la cara) y sensitivos.
Síntomas motores: los pliegues faciales y el pliegue naso-labial desaparecen. La comisura de la boca se desplaza hacia el lado sano como consecuencia de la debilidad muscular del lado afectado. No pueden cerrar el ojo completamente, fruncir el ceño, hinchar las mejillas ni silbar. Pueden presentar acúmulo de lágrima en el ojo (lagoftalmos) e hiperacusia (mayor sensibilidad a los sonidos), debido a la parálisis del músculo estapedio. También es importante valorar si está afectada la alimentación, tanto la fase oral como la deglución.
Síntomas sensitivos: los niños pueden referir que presentan parestesias (sensación de acorchamiento u hormigueo) o dolor del lado de la cara afecto, así como sabor metálico o pérdida en sentido del gusto en la mitad de la lengua del lado afectado.
¿Cómo se diagnostica?
No existe una prueba diagnóstica concreta. Una historia médica y una exploración detallada del niño es lo que más va a ayudar para orientar el diagnóstico y decidir si es necesario realizar pruebas complementarias.
Se suele realizar un análisis de sangre si hay fiebre o una otitis complicada. También si se sospecha una enfermedad de Lyme (le ha picado una garrapata, ha tenido una mancha rojiza).
Se hacen pruebas de radiología (TAC, resonancia magnética) cuando existen antecedentes de un golpe en la cabeza, si el niño tiene debilidad en otras partes del cuerpo, alteración en la vista o dificultad para tragar. También si la progresión continúa después de 3 semanas o no mejora tras varios meses de evolución.
Otros estudios más específicos que evalúan la actividad de los músculos (electromiograma) o del nervio (velocidad de conducción nerviosa) generalmente solo se realizan en casos de parálisis graves que no mejoran a las tres semanas desde el comienzo.
¿Qué pronóstico y tratamiento tiene? El pronóstico y el tratamiento dependen de la causa que la produce. Si bien muchas de ellas son de causa desconocida, es imprescindible detectar causas con un tratamiento específico que pueda mejorar el pronóstico de la parálisis.
Las parálisis producidas por traumatismos del parto suelen tener un buen pronóstico, con una recuperación completa o casi completa en los primeros meses de vida.
Las secundarias a otitis medias agudas también suelen ser de buen pronóstico. Su tratamiento consiste en el inicio de tratamiento antibiótico, miringotomía y colocación de un tubo de drenaje timpánico.
Las parálisis de causa desconocida (parálisis de Bell) tienen un pronóstico más incierto. Como norma general, si presentan mejoría en las tres primeras semanas después de su inicio suelen tener un pronóstico favorable a largo plazo.
En cuanto al tratamiento con corticoides, tiene como objetivo disminuir la respuesta inflamatoria que se supone produzca la disfunción del nervio. No obstante, no se ha demostrado que a largo plazo disminuya las secuelas ni acorte el plazo de recuperación.
Independientemente de la causa, durante la fase aguda es importante evitar la afectación de la córnea como consecuencia del cierre incompleto de los párpados. Para ello se utilizan lágrimas artificiales durante el día y cremas lubricantes y oclusión del ojo con un parche durante la noche.
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